MANO DEL DESIERTO

Un ejercicio del Taller de Experimentación y Creatividad Literaria de Sevilla

Mayo 2020

Escultura de Mario Irarrázabal (Desierto de Atacama, Chile)

PRÓLOGO

Cuando nos reunimos con nosotros mismos para atacar un texto lo hacemos desde todos los flancos posibles dependiendo de nuestras posibilidades. A los flancos físicos y subjetivos que somos cada uno hay que añadir los miles de egos que conforman nuestra conciencia: los ingobernables, desatentos, magníficos, necios, divinos, infinitos, … Una mezcla de opiniones y sentidos varios que martirizan y nos significan. Ante un desafío literario, sea el que sea, mostramos nuestras mejores y peores armas para quedar al desnudo, víctimas del esfuerzo de creación que nos permite el momento y que nos auto permitimos. La culpa siempre es del que escribe por haberlo escrito, si es que la hubiera: que no la hay. ¡Qué frágiles son las almas creativas! ¡Qué inocentes y limpias cuando se enfrentan a un sencillo juego de creación literaria! ¡Por la diversión y el espasmo, que quede escrito!

Estas páginas son el resultado de un desafío y de un precipicio. Esto que aquí hemos escrito, para bien o para mal (los que formamos parte del grupo de Experimentación y Creatividad Literaria en la ciudad de Sevilla), es un juego de invención literaria a partir de una foto elegida en votación democrática por todos. ¿Qué nos llegó? ¿Qué sucede en esa foto? ¿Qué nos inquietó para escribir? Un pulso del mes de mayo de 2020, un impulso a la escritura más. Con él nos conocemos y reconocemos: y lo disfrutamos. Y aquí queda expuesto en este archivo para que sea leído. Son soplos y fragmentos, bestiarios fotográficos, con Juan José Millás en el reverso.

Juan Bullón

Coordinador del TECL de Andares Sevilla

ATACAMA ME QUEDA LEJOS de Carmen Galeto

Atacama me queda lejos; tanto que a veces pienso que es imposible que exista ese nombre, esa mano. Dios estaba fuera cuando se hizo, cuando apareció en medio de la nada. Aquí ni dios existe en el paisito de Hahn (difícil nombre para un escritor). Y ustedes me dirán: Y ese tal Óscar, Óscar Hahn, ¿qué escribe, qué busca en cada esquina, qué no encuentra?

Desventurados los que divisaron /

a una muchacha en el metro /

y se enamoraron de golpe /

y la siguieron enloquecidos /

Y ahí está él, buscando a su nieto en los papeles, en las esquelas de desaparecidos, en los cuernos de gacela, en cada una de las líneas de la mano, en cada bocacalle que linda con la vereda que da al campo, en cada Atacama con o sin esculturas. Y dios, que no existe aquí, se siente culpable ante el pobre de Óscar que gastó sus zapatos sin pedir que le cosieran las suelas:

…y la triste certeza de que los espejos no tienen memoria.

Sí, se quedan con cierta pesadumbre. No, no pueden pasar sin mirar, sin mirarse. ¿Qué puede un poeta contra la tristeza? Nada, nada. Hurga en la herida, retira el apósito y nos deja vendidos, porque en realidad ser poeta no se elige, y háganme caso, no es plato de buen gusto para nadie. Hoy sé que el verbo en ti se ha hecho hombre y verso, espejo, comezón, Huidobro.

MANO de Carmen R. Hiraldo

Una sola mano no puede aplaudir pero puede mecer la cuna.

En la travesía del desierto es lo que uno buscaría:

una mano.

La fuerza que surge cuando todo parece acabado.

Una mano abierta

ofrecida al que sufre,

al viajero necesitado.

Pero esta

no es la mano que te guía cuando pierdes,

que te levanta cuando estás hundido.

Más bien te inquieta.

Mano hinchada y deforme, sin vida.

Aunque sea presencia, vela y señal,

no es protección

ni calor en medio de la desolación

ni oasis para recuperar el aliento.

Es la que nos recuerda que somos humanos y soñamos atentos.

TAL VEZ, MARADONA de Manuel Rodríguez de los Santos

Me dan el alto en Atacama. Freno y dudo. En este desierto es difícil saber las normas por las que se rige la vida y menos, las de conducción. ¿Saluda o me despide con un adiós? Desconozco lo que hace la otra, o su cabeza enterrada tras el desmoronamiento. No deseo conocer su rostro ni los agravios por los que se oculta. Pliegues que lee el viento y no sirven para predecir el futuro, aunque sí garanticen el silencio. ¿Monumento contra la barbarie? ¿Confianza en la humanidad? Tal vez el Dios Maradona que engaña a los que buscan consuelo o quieren saber demasiado. Me aterra. Es gigante, es inmensa, es preciosa. Aunque prefiero no tocarla. Acelero y le doy vueltas, levanto una polvareda. Ya sé qué dicen las arrugas: ¡Aquí, desesperación y sosiego! Me alejo precipitado. En sudor. Deseo ir donde nadie me amenace, donde solo me reciban el corazón y la mente. Tranquiliza verla pequeña en el retrovisor y me relajo sabiendo que no me atrapará. Pero sé que hay muchas otras manos y que debo estar alerta. Además, se deshacen al abrazarla: unos duendes las reconstruyen cada noche para que aparezcan con el sol de cada mañana. Lo han dicho por la radio.

ANHELO de Yayo Rivas Morales

El polvo que me apresa es dorado

Mis falanges aún no están ocultas

y elevo súplicas por su regreso

Es cierto y solicito compasión

Mi compañera fue al finis terrae

y vivo expuesta al desmoronamiento

El astro me somete y sudo a chorros

pero ante las noches de silencio

(como todos) con las estrellas también me tiemblo

Tengo facultades limitadas

percibo el tacto de los viajeros

son firmes manos que suplen afectos

Anhelo la libertad y hallarte:

dulce compañera de granito.

¡Vivo a contramano en este desierto!

LA MANO EN EL DESIERTO… de Pedro García Ordiales

…es la mano del escritor que llena las hojas en blanco,

perfecta extensión de su cerebro abierto a ideas que dice:

¡Stop! ¡Basta! ¡Déjalo reposar! ¡Ya seguirás!

Es la mano que surge en el desierto para crear un vergel,

una poesía o una canción,

y rellenar el espacio que una vez habitó nuestro yo interno.

Mano de manco que redactó un Quijote prisionero.

(¡Quién diría que de ese vacío surgen ideas!)

Es la mano dispuesta a dar y a recibir, pero también

(y no lo olvidemos)

a perder los versos fugaces que sobrevuelan nuestra mente inquieta,

versos que el escritor no supo agarrar en su momento y que por eso no volverán o lo harán de forma indiscreta.

Mano que redacta lo que de desierto cerebro tiene el escritor:

una palabra, una frase;

a esta le sigue otra, y otra más (ya tiene casi un párrafo),

y al final:

infinidad de hojas escritas que surgen de la arena como gaviotas espantadas hacia el cielo para que otros las lean o para que contemplen su vuelo.

LEVANTO MI MANO Y CONSIENTO de Juan Bullón

Desde Atacama yo os reclamo amigos:

en línea recta frente a mí y a tres mil

quinientos kilómetros aislados

(de hombro a pies enterrados), Moais de Rapa Nui.

Regurgitemos de la Tierra (nos sepultaron una vez).

Que ya no queda coronel Taylor

Statues of Liberty ni Cornelius

que lloren las guerras absurdas por el poder.

¡Arriba, Pedruscos de la tierra!

¡Agrupémonos todos y sin descuido!

De Isla de Pascua a Atacama, luchemos

juntos: ¡Corazones de Hiel y Piedra!

¡Terracotas pardos! ¡Guijarros benditos!

Frenemos ya a la infecta raza humana.

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