(Ensayo lírico en prosa)
A mi amigo, Félix Valiente, escritor y filólogo.
«En la estación seca los leones de Tsavo cazan solos.» *
Veo enormes bocas entreabiertas tragando un ligero viento empolvado en respiraciones rápidas que soportan a la sombra el calor ancestral del noviembre africano. Ojos achinados y a medio cerrar. Esta la otra boca, la mía, que bosteza en plancha sobre el perezoso arrullo del sofá. Veo unas patas mullidas que pisan el suelo naranja del parque natural de Tsavo. «Voy a echar un vistazo entre hierbas apagadas y árboles oxidados», pensó la sosegada leona quitándose un cachorro de encima.
«En la estación seca los leones de Tsavo cazan solos.» *
Estoy en la repetición de la frase. Estoy en la repetición del documental de la 2. Estrenado el miércoles pasado y repuesto hoy domingo 12 de mayo de 2019 por la tarde, se clava. Vivo en el instante de la sugerente frase sobre los leones de Tsavo. Penetro en la dicción hermética y rotunda del locutor, patino a gusto (y con temor) sobre esa A alargada de caaazan. Me domina, me impone. La frase al completo es perfecta, enunciativa, afirmativa: categórica. Es la que explica el documental. De pronto, me doy cuenta de que puedo vivir en la pura verdad de una oración tan simple como totémica. Intimida la fiera certeza del núcleo del predicado, ese caaazan que se pega a mí. Fluye la tristeza y el desamparo del complemento de lo predicado: solos; variable atípica producida por el hábitat, muy seco, que soportan las manadas de leones (incontestables comandos de caza) en el parque natural de Tsavo en Kenia y que resume la película. Percibo la gloria del núcleo del sintagma nominal, esos leones adaptados al medio seco y primos lejanos del bravo y melenudo León de Judá: porque los machos, en su adaptación al medio en Tsavo, se han desecho de las largas melenas para estar frescos en la estación seca; machos enormes, algunos de casi tres metros, como aquellos que se comieron a varias decenas de hombres (trabajadores indios y semiesclavos del poderoso Imperio Británico) durante la construcción del ferrocarril de Mombassa a Uganda a finales del siglo XIX. Adoro lo que puede transportar una frase, su estructura marmórea, la impecable contención del locutor. Viajo en el flujo y reflujo de un indómito sintagma nominal que ruge y camina al abrigo de dos poderosos sintagmas verbales.
Que están en la estación seca. Leones. Que cazan solos.
«{En la estación seca} (sintagma verbal)
{los leones de Tsavo} (sintagma nominal)
{cazan solos}.» (sintagma verbal)
«Soy la leona de Tsavo,
¡algo habrá para atrapar!
Veo en la distancia
al cochino facócero en el casi reseco charcal.
Charco que te charcas
y en tus cuernos,
y en la verrugosa piel,
está tu verdad.
Tu bienestar es el mío,
puerco salvaje,
¡te voy a merendar!».
Es extraño el documental después de escuchar la simbólica y aterradora frase. Es extraño el paso de la música relajante a la música dramática impostada, a pesar de la infantil obviedad. Todo es verdadero y falso a la vez. Un facócero como cochino en charca. Obvio. Carrera de la leona hacia la charca. Obvio. Zooms de la cámara entre los arbustos sin ver nada. Hay una especie de chalet administrativo al fondo, a unos quinientos metros. No nos muestran la caza del facócero. ¿Obvio? Tensión musical y cámara removida. Al rato, podemos ver a la leona mordiendo el cuello y muerto el animal. ¿Pasaba el facócero allí por casualidad? ¿Es un actor animal bien dirigido? ¿Es el facócero muerto, el mismo que paseaba antes? Tengo la sensación de que aquel lugar es igual al campo sevillano en pleno verano. El chalet. ¿Tal vez la Reserva Natural de Minas del Castillo de las Guardas? Sin embargo, apelemos a lo importante. Una vida mamífera menos. Un conato de suspense. Muerte y vida. Llegan y pasan, vienen y van, y a nadie importa. Ni esta ni la de los demás. Siendo todos, los que somos los demás (¡todos, eh!); ni uno menos ni uno más; partes de una cadena sin parar.
«En la estación seca los leones de Tsavo: ¿cazan solos?»
* (Del documental «Wildlife: Supervivientes de las planicies: Los leones de Tsavo»)
Juan Bullón